Para comenzar, comprométete contigo mismo con un desafío de 21 días. Este tipo de desafío puede ayudarte a formar un nuevo hábito al repetir una idea o tarea hasta que se convierta en algo automático para ti, aprovechando así la neuroplasticidad de tu cerebro.
Establece un horario regular para tus inmersiones en agua fría. Puede ser por la mañana, al mediodía o por la noche, dependiendo de tus preferencias y horarios diarios.
Ajusta la temperatura del agua según tu comodidad y capacidad. No siempre es mejor más frío; encuentra una temperatura que te permita permanecer en el agua durante 10-30 rondas de respiración lenta.
Antes de entrar en la tina, toma respiraciones profundas y exhala lentamente para calmar tu mente y enfocarte en la experiencia.
Durante la inmersión, concéntrate en tu respiración, realizando de 10 a 30 rondas de respiración lenta y consciente para conectar mente y cuerpo.
Haz de la inmersión en agua fría un hábito diario para aprovechar al máximo sus beneficios. Encuentra propósito en tu práctica para mantener la consistencia y disfrutar de los efectos positivos en tu bienestar general.
Para aprender más sobre los beneficios científicos de la exposición al frío, puedes explorar las charlas de expertos como la Dra. Rhonda Patrick sobre Factores Estresantes Horméticos y Beneficios para la Salud.
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